Si bien nuestro Universo es
algo inimaginablemente inmenso, sorprendente y desconocido, y si bien
perfectamente muchos podrán decir que la Tierra no es más que un pequeño e
insignificante punto en él, que su función en el todo es desestimable, para
nosotros, habitantes de este planeta, es crucial comprender su origen y
desarrollo.
Por ello, investigar sobre el
origen de nuestro planeta e intentar descifrar el proceso de formación de la
Tierra, resulta descomunalmente fascinante.
Para explicar cómo se formó la
Tierra, es necesario situarnos hace más de 4.500 millones de años en el tiempo,
en un momento en el que el Sistema Solar estaba en formación. Obviamente, no
podemos disociar la Tierra del Sol y el resto de planetas del sistema, pues su
origen está estrechamente relacionado con éstos, tal como sus movimientos en el
día de hoy.
Hace unos 4.600 millones de
años, el Sistema Solar estaba en formación y era una nebulosa de polvo y gases
que se había condensado en una parte de la Vía Láctea. Parte de esta masa se
convirtió en una esfera incandescente, el Sol, y otras masas se formaron a su
alrededor, comenzando a orbitar alrededor de él: los planetas. Entre ellos, por
supuesto, encontramos la Tierra.
En su origen, la Tierra era
simplemente una masa incandescente como el Sol, pero con el paso del tiempo su
exterior se fue solidificando poco a poco, hasta dar lugar a la corteza
terrestre tal como la conocemos hoy. En el proceso de formación de la Tierra,
los volcanes jugaron un papel muy importante, y con sus erupciones hacían que
las masas de lava aumentaran el espesor de la corteza, al tiempo que generaban
muchísimos gases.
Estos gases se depositaron
alrededor de la corteza terrestre y dieron forma a lo que se conoce como
Atmósfera . Esta atmósfera dista mucho de ser la que conocemos hoy, pero junto
a los impactos de meteoritos que llegaron desde el espacio exterior permitieron
la formación de agua en estado líquido. Con el paso del tiempo, evolucionó
hasta conformar la atmósfera actual. Esta permitió la formación de vida, y aún
hoy nos protege de impactos de meteoritos, los vientos solares y nos permite
conservar la temperatura y características climáticas de nuestro planeta.

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